NOVELA
LA VENGANZA DE LOS PATRIOTAS
MIGUEL BONASSO
(Planeta - Buenos Aires)
La novela histórica es un género de singular complejidad. ¿Cómo hacer para reponer el producido real del pasado sin caer en la trampa de la tediosa literalidad? ¿Cómo hacer para poblar los agujeros negros de los enigmas con pinceladas que no desnaturalicen el conjunto? Las respuestas son meramente conjeturales y en todo caso se zanjan en el camino mismo. En las operaciones, modos y estéticas que cada escritor y cada libro sepan gestar. He allí el desafío y sus eventuales recompensas.
En La venganza de los patriotas, por ejemplo, Miguel Bonasso (Buenos Aires, 1940) se mete a fondo en desandar la liberación del Perú. La "guerra de zapa", el desembarco en Pisco, el deterioro metódico de las fuerzas realistas, una batalla acá, una intriga allá, en fin, la secuencia de una epopeya que tuvo en José de San Martín y Simón Bolívar a dos factores indispensables. Sin embargo, contra lo que podría deducirse, ni al Libertador ni al patriarca de la Gran Colombia les son dispensadas los mayores detalles de una lupa que Bonasso construyó con paciencia de investigador severo. El relato se apoya fuertemente en perfilar a Manuela Sáenz, Rosa Campusano, Carmen Guzmán, Lucía Gana (patriotas si las hubo), al general Ayala (el vasco Ayala) y, sobremanera, a Bernardo de Monteagudo. Y he aquí una distinción ineludible: mejor mirada la cuestión encontraremos que, en realidad, La venganza de los patriotas tiene toda la cara de una biografía de Monteagudo. O por lo menos de un minucioso recorrido por esa etapa en la que Monteagudo se consolidó como un revolucionario sobresaliente y al tiempo fueron tejiéndose las condiciones que lo llevaron a la muerte. Pavada de desafío el que afronta el autor: pocos personajes han precipitado al tinte de encendida polémica que supone la figura del abogado, periodista y estadista originario de Tucumán. Los variados matices de su rica personalidad y su gravitación en las ideas de San Martín y Bolívar y en el curso mismo de la liberación del Perú son hasta hoy mismo motivo de controversia entre los historiadores. Para algunos resultó un hombre de inusitada crueldad. Para otros fue un modelo de discernimiento, de honestidad y de compromiso con la causa.
¿Cómo es el Monteagudo de Bonasso? A grandes rasgos es un Monteagudo de vitalidad y desvelos copiosos. Por un lado, tenemos una privilegiada cabeza muy capaz de atender y dar cuenta de múltiples cuestiones de refinada estrategia, de audaz espionaje, de alta política. Y por otro lado tenemos a un hombre abocado a sus afeites y a la sistemática fecundidad de sus dotes de donjuán. Por cierto, es de hacerse notar el buen gusto con que Bonasso se despacha con párrafos de inquietante erotismo. Puesto en el delicado trabajo de describir los furores íntimos de los próceres, compone deliciosas semblanzas de alcoba. Todo un hallazgo.
Naturalmente, los entretelones del asesinato de Monteagudo -cuya autoría intelectual es todavía fuente de debates- articulan y propician un relato de prudente equilibrio entre la épica militar, los contrapuntos ideológicos, la desacralización de los hombres insignes y el ya subrayado erotismo. Esa prudencia y esas cargas de conveniente distribución son, al cabo, las que vuelven apetitoso por donde se mire a un libro que, por exagerada que parezca la observación, perfila de forma más nítida las bondades de buen novelista que en Bonasso se habían manifestado, por caso, en La memoria donde ardía (1990) y, desde luego, en la célebre Recuerdo de la muerte (1984.)
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Walter Vargas